Hace unos meses entrevisté a Toni Nadal en Santander durante el Tour del Talento de la Fundación Princesa de Girona.
Dos semanas antes de la entrevista, mientras la preparaba, diseñé estratégicamente la tercera pregunta para airearse pidiendo a Toni que compartiera su mejor momento como entrenador de un N°1 del tenis mundial. Esperaba una respuesta breve, quizás con una anécdota, que me permitiría introducir la siguiente pregunta con más contenido.
Comenzó mencionando el ampliamente considerado mejor partido en la historia del tenis: final de Wimbledon 2008, entre Roger Federer y Rafa Nadal. Sin duda, un momento memorable. Yo tenía 7 años, pero he visto reels de ese icónico partido.
Después me dio un revés. Sí. Para mi sorpresa, Toni añadió algo que no esperaba: "Pero el mejor momento lo viví en el Club de Tenis Manacor, en el día a día, cuando procuraba que mi sobrino mejorara el drive y el revés". Casi le pedí que lo repitiera.
Este comentario me ha hecho reflexionar desde abril sobre cómo el día a día de cada uno es un proceso constante para alcanzar objetivos personales y profesionales. Al llegar a estos objetivos, siempre hay otros en espera. Es una rueda que nunca se detiene. Por lo tanto, es nuestra vida más cotidiana la que debe convertirse en memorable. Es decir, en los momentos de preparación y formación, que es donde están la voluntad, la entrega y el esfuerzo, y que deben valorarse más que el propio objetivo. Una vez alcanzado un objetivo, experimentamos euforia y celebración, pero el siguiente desafío siempre está a la vuelta de la esquina.
Gracias, Toni, por recordarnos la importancia del día a día.
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